30/07
La Antigua Viña/
Despaciosamente, recostarse sobre las horas y dejar pasar el mundo.
Es la hora de los dos mundos.
Cuando se funden la luz de las farolas y y las últimas luces cálidas de este sol anclado a la noche, este sol sin límites ni piedad.
Es en esta hora en que el barrio vuelve a su orilla, en que los pasos o los tropiezos, nos traen de vuelta a casa.
Las terrazas se llenan, la calle se desenrosca, se despereza del letargo de las horas tórridas. El aire que se enfría se hace respirable al fin.
A esta hora, el mayor placer es respirar y eso hacemos en el barrio, respirar, y ya puestos, hablamos. O se calla uno, bien a gusto.
Hora mestiza.
Sol, luna y farola. Efecto soñado por todos los iluminadores, pero que solo lo realizan, algunas veces, las grandes actrices con sus técnicos. Juntos, echan chispas de luz, de matiz, de sombras. Ellas en escena son comidas por el mundo y ellos las iluminan.
Hora de tertulias, de beber lo que quieras, pero fresco. Porqué no un peppermint frappé, me dice la edad disfrazada de ocurrencia divertida.
Hora antigua de las orquestas en las glorietas, en los kioscos de los parques.
Hora amable, porque todos sabemos que de donde venimos, llegar ya es una victoria. Y celebramos sin preguntas y nos contamos historias, nos regalamos luz, escenario y público, para mejor hacer y ser.
Y finalmente acaba el día, y se iluminan por un instante las miradas, antes de que sea noche y cambien, los brillos y las miradas, solos o combinados.
Luces, sombras, matices.
Fundido en noche.
Buenas luces, buenas mezclas, y buenos fundidos a todas, todos!