De mi madre.

Que vivir no te cause mas daño que placer, y que sobrevivir no te duela mas que sobremorir. Que en invierno no se te enfríen los pies, y que la mujer que elijas sea de caderas anchas, para que tengas asidero cuando vengan mal dadas. Y si vas a caminar por la carretera, hazlo por el carril contrario, así podrás ver la matrícula del coche que te atropelle. Fueron los mejores consejos de vida que me dio mi madre.
Aunque a ella el daño le ganó por K.O. en el primer asalto, y el dolor además de quebrarle el alma, le hizo picadillo la carne. Sus pies en cambio siempre estuvieron calientes, y en los largos paseos que hicimos por las carreteras de un mundo en construcción, fue la reina del avistamiento y el esquive. Por mi parte, yo aún ando buscando a esa mujer de caderas anchas como la sonrisa de Amanda.
Siempre tuvo mi madre, una especial intuición para recomponer lo que estaba roto, pero aún mayor fue su talento para romper lo que no lo estaba, y así a los cuarenta y seis años ya había gastado todos los números de sus dados y se cayó del tablero sin remedio.
Cuando los tramos escarpados de la vida te ponen la piel de gallina, a ella se la ponían de durazno, decía, porque de la gallina, como mucho los huevos y un caldo y no esa porquería de pellejo emplumado.
Mujer de tango tinto, de ese que te deja la boca rasposa y caliente, cuando lo cantas o te lo bebes de un trago.
Se fue sin aviso en el año sesenta y siete. Un año después florecía el mayo del 68 y pude gritar por ella con toda la furia en plena calle. Desde luego que tomé de frente la matrícula del policía que me atropelló.
Mi madre se llamó Edith Ana. Ella me enseñó a resistir y a escuchar tango.
Hoy la recordé al despertar de una noche sin sueños.

Postal desde el frío.

16/01

La Antigua Viña/
Mas que vuelto, revuelto que me vengo a este lado del mundo, que por no saber que hacer, anda matando soles, quemando leña y criando lana, mientras que en el otro, el sol mas que morirse, te mata. O te abrasa y te insola, te desnuda, te despoja y te goza. Lo que no está nada mal, la verdad.
Cosas de los hemisferios y las estaciones.

Anda, en cambio, esta ciudad acurrucada en las faldas del invierno, como mi gata Flor se acurruca en mis faldas, y yo me acurruco al lado de la estufa. Mi moto en cambio hoy se acurrucó junto a su Doc, para que le haga el chequeo y para que le cambie un neumático, un freno, y le escuche los pulmones.
A mi, entretanto, me han crecido jerseys en el cuerpo, botas en los pies y un silencio hondo en el alma.
Un viento esencial se me ha cortado en el muelle del corazón, con tanto vuelo y geografía dando vueltas, y ando un poco a la deriva que los parió.
Idas, y vueltas que nunca lo son del todo, pues cada vez que uno se va, vuelve menguado, incompleto, casi amputado.
Partes de mi propia geografía que me va robando la distancia, como los caramelos que le robábamos al hijo de la quioskera, allá lejos, cuando los dulces se parecían al amor, y el barrio se extendía hasta los confines del mundo.

Postal desde el otro paralelo.

Día uno.
Esto va de ańos que se van, de años que se vienen.
Va de sitios en el mundo, donde esos años hacen mella y ennoblecen o deterioran, o las dos cosas, y de personas que vamos navegando nuestras barquitas, en medio de los mares que pinten. Unos, tan realistas y ciertos, de los que mojan, bañan, y ahogan, los otros, tan conceptuales, tan poco figurativos, pero que también ahogan y que a veces te obligan a mojarte, aunque difícilmente te brinden un baño.

Esto va de años, latitudes y mares. Y de este viento que nos mueve.

Primer día del año. Amanece hoy el mundo, mudado y mudo.
Tan ancho como sabe, tan largo como puede en esta latitud tan al sur, en este otro Paralelo, en este otro meridiano, en este otro hemisferio, en este otro año nuevo de esta misma vieja vida trasplantada, que aún rueda, late y respira.

Esto va de mi. De como me fui, de como no volví. De las casas que construí alejándome, de las casas que quemé viviéndome, mis naves.

Camino estas calles tan vacías para la ocasión, para que puedan llenarse de mi memoria, pero yo prefiero dejar en paz a mis fantasmas y evoco fantasmas prestados, fantasmas pret-a-porter, para este día uno.

Ciudad inmensa. Puerto que fue puerta del mundo que me atravesó la primera vez que lo miré, y también, ciudad que me desterró tan lejos como supe llegar. Ciudad que me acunó en noches tan calientes como esta de ahora, ciudad que me construyó.
Hoy no tengo llave para esta puerta. Hoy la visito y toco el timbre. Bellas puertas se me abren.
Esta noche no corren los aires, pero si corriesen, serían buenos.