Territorio.

No estoy vuelto, solo venido. Apenas llegado, en parte.

Territorio, tan ficticio y tan real, donde lo ajeno se desborda e inunda lo que una vez fue propio.
Territorio tatuado en el costado amputado del alma.
Territorio inverso, que cuanto mas te acercas, mas te alejas y no llegas nunca, ni nunca acabas de alejarte definitivamente.
Territorio que incendia la piel, que quema la memoria, que apaga el fuego con fuego, que quema las naves, que baila sobre la tumba de sus hijos.
Territorio impúdico que se cae de todos los mapas, que difumina sus fronteras, que crece por dentro y se recorta por fuera.
Territorio ausente, que acecha, que ataca, que mata por principio y por traición, que se sienta en tu mesa que come de tu mano y después te la corta y te la clava en la cruz. Del sur.

Fotografía de Patricia Ackerman

Fotografía de Patricia Ackerman

Ancho de banda.

No importa si el tiempo es largo o corto. Lo que de verdad importa es si el tiempo es ancho o estrecho.
Es en el ancho de banda del tiempo donde se juega la partida.
Hay quien dice que el camino cuando es mas ancho que largo, ya no es camino, que es planicie y poco mas.
Estrecho concepto del recorrido, digo yo.
No es lo largo del viaje lo que marca su trascendencia sino cuanto te ensanche.

Tienen los días, la misma largura de sol a luna. Es siempre en el costado de sus horas donde cabe todo o nada, según sepas bandear, derrapar, expandir.
Allí, habita el tiempo lateral, ajeno a los relojes. Es allí donde todo se vuelve remanso. Apacibles charcas de minutos empantanados donde mojarle los pies al alma. Allí te ofrece el camino la belleza de sus anchas caderas.

No señales con tus brazos la dirección del origen ni la del destino, extiéndelos a los lados, ábrelos como las alas del deseo, según la inexacta traducción de Der Himmel über Berlín de W. Wenders, abarca la vida en sus costados, no olvides que es eterna en cinco minutos, al trágico cantar de Víctor Jara.

Finalmente, siempre es a los lados del camino, que se extienden las acequias, donde los sauces dan sombra, y los matorrales nos invitan a tumbarnos deteniendo los relojes, mientras sol y luna continúan su incorruptible y previsible recorrido.

Agradecidamente.

Agradecido. Por lo que tengo, por lo que no tengo, y por lo que no tendré jamás.
Agradecido por esta salud de hierro oxidada, herrumbrada y agujereada.
Agradecido por esos amores fugaces, que me han acariciado antes de volar y por esas horas mágicas que me abandonaron antes de empezar, siguiendo la estela de los amores volados.

Agradecido de ser yo, de habitar estos huesos y esta carne magra.
Agradecido por esta ingente cantidad de años que se acumulan bajo los pliegues de esta piel seca.
Agradecido por las derrotas que me han quebrado hasta los huesos del alma.
Agradecido y humilde hasta la soberbia.

Me niego categóricamente, con toda la fiereza que jamás tuve, a recriminar, a pasar cuentas, a darle alas al resentimiento, a inflarme e inflamarme de razones, de argumentos, de verdades.
No pienso justificarme, si de algo me arrepiento es solo de haberme arrepentido alguna vez.

Agradecido de vivir esta vida y de morirme tantas veces como morí.
Agradecido de haberme conocido.

Errare humanum est.

Hubiera sido mejor. Seguramente, no lo dudo… Y?

He heredado de mi madre esta vocación de coleccionista, esta manía de guardarlo todo, y la he cultivado hasta conformar este casi síndrome de Diógenes moderno. No lo tires! seguro que en algún momento le vas a encontrar utilidad.
Así pues, tampoco pienso desprenderme de mis errores.

Son tan propios como mis aciertos, aunque mucho, pero mucho mas abundantes y variopintos. Son la parte mas substancial de mi vida, si me deshiciese de ellos ahora, que diablos haría yo de tanto espacio propio devastado?
Mis aciertos y yo, a duras penas llegamos a conformar una mano de póker, y si quisiéramos jugar un amistoso en un descampado, tendríamos que compartir al portero, como el avión de la guerra civil que contaba el magistral Gila.
No, mis errores se quedan conmigo. Por otra parte, los errores suelen ser mucho mas ricos y elaborados que los aciertos. Son la nouvelle cuisine de la vida.

El error crece hacia abajo y echa raíz. Los aciertos nos elevan, nos despegan y a veces nos dejan a merced de los vientos, como locas e inestables cometas. El error, por contra, nos convierte en roble aferrado al terruño, aunque sea el equivocado. Siempre presentes, pero en otra parte.
Los errores nos curten, nos desvían a territorios otros. A veces hay que caminar un largo trecho en la dirección equivocada para poder volver unos pocos pasos en la correcta, decía el Jerry de Historias del Zoo, de E. Albee. Los errores son como una impecable agencia de viajes que nos ofrece el mejor tour por la otredad sin costes adicionales.

Errar poco es una virtud, no lo niego, pero hacerlo de forma desmedida, es un talento!
Y si me dan a elegir entre tu vida y la mía… seguro que me equivoco.

Errar es humano, perdonar es divino.
Perdón, pero, perdonar que?! Divinamente vivo con mi colección de errores de primera mano. Equivocado pero ordenado, he organizado mi álbum de cromos erráticos, por categorías: Errores de novato, errores improvisados y errores involuntarios, forman el primer grupo, el mas experimental. Luego vienen los errores a conciencia, los errores largamente preparados, cantaba el poeta Homero Manzi en sus definiciones para esperar su muerte, que llegó, puntual.
Macerados, mas vocacionales que voluntarios, cocinados a fuego lento, como el mejor de los potajes. Otro grupo es el de los errores de vitrina, de escaparate, errores magníficos, de campeonato, ganados a pulso o mas bien a pulmón, en mi caso. Mis errores respiratorios son en este apartado, una obra maestra, y los amorosos, simplemente palabras de poeta.

No dos, ni tres, quiero encontrar la misma piedra, cientos, miles de veces, y hacer del tropiezo la mas sublime coreografía contemporánea.

De esta guisa, voy sumando experiencia, haciendo curriculum, para que al llegar mi hora, y siendo consecuente, descubra que está equivocada y tenga que seguir jugando un tiempo adicional.
Si me sigo equivocando tan bien como hasta ahora, quizá llegue a conseguir el premio mayor, es decir, que en el lecho de muerte pueda al fin decir aquello de que el mayor error, es el de haber vivido.

Alma rota.

Alma que se rompe, se hace añicos.
No es tiesto que cae desde el balcón en un día de viento, ni es copa de cristal que se estrella contra el suelo. No es suela agujereada, no es diente que se parte con el pan duro.
Alma que se rompe no se arregla con pegamento, no hay tiritas que la junten, no puedes escayolarla, ni vendarla, no la zurcirán las abuelas como a los calcetines gastados y deshilachados, pero que aún cubren los pies. Deberás vivir con sus trocitos desparramados viajando por tu sangre, que se corta y se hace mala.
Alma que se rompe no tiene recambio. No vuelve a crecer como las uñas, como el pelo o los dientes de leche.
Alma rota es indeleble como los tatuajes.
Alma rota, es como ese sueño del que despiertas en medio de ninguna parte y ya no vuelves a parte alguna. Es ese silencio que asesina tus palabras. Es desierto que te crece, y seca tanto las risas como las lágrimas.
Alma rota no es dolor ni pena, no es tristeza.
Alma rota es ausencia, es olvido, destierro y exilio.
No dejes nunca que se rompa.

Dias marinos.

Días que se suceden en continuidad. Cada cual con sus corrientes, sus mareas, sus ritmos inversos, sus crestas y sus valles, sus elipses, sus resacas, al decir de las olas y de los días.

Días que rompen en la escollera desvencijada del alma y te la sacuden sin compasión.
Días que los surfeas o te ahogas.
Días que te mojan, que te empapan la paciencia, la inocencia. Días para sumergirse y bucear en las peceras de interior.
Días de alta mar, sin mas suelo que el que pisas, días de remo y esfuerzo, que te dejan de bote o cama.
Días que se agitan hasta la ebullición y que te abandonan a merced de las tempestades secas de la vida.
Pero en medio de tanto naufragio, de tanto no hacer pié, de tanta marejada de las que te mueven el piso, el techo, las paredes y hasta el cielo, están las noches marinas y sus estrellas.

Noches de raso y silencio, que te calan en lo mas hondo de tus profundidades. Sin drama ni esperanzas, sin falsas promesas, sin islas por descubrir, sin guerras por ganar o perder.
Noches para dejarte acunar sin mas nanas que el silencio, sin mas paz que los años vividos. Los otros los que aún faltan por venir, que vengan o que no vengan, nosotros seguiremos tirando los dados de esta brújula inestable que nos mantiene a flote sin dirección ni derivas.
Noches eternas que descifran los enigmas.
Noches donde lo bello es respirar e inflar los pulmones como velas, para seguir navegando, sin principio ni final.