Línea de horizonte.

Mar, cielo, nada mas. Línea nítida, precisa. Irreal.
Perfilada en ningún lugar, no habita geografía alguna, sin embargo es visible en todas. Para avistarla en su mayor extensión, se requiere de grandes planicies. En mares o llanuras, en las grandes mesetas o en los grandes lagos. En los confines helados del ártico y en las arenas de los desiertos.
También puede observarse desde las alturas, en las cimas de las montañas, y eventualmente, desde las azoteas de los rascacielos mas altos, en el corazón de las ciudades.
En algunos enclaves privilegiados, la línea se cierra hasta formar un círculo de horizonte, entonces se puede tocar el cielo con las manos.

Línea que ni une ni separa. Línea que solo constata el punto en que despega la mirada, en su viaje sin retorno, al universo.
Línea que nunca te atraviesa, que te da equilibrio. Línea de la que se sirven capitanes y pilotos para medir la inclinación de las naves del mar y de las naves del aire.
Línea que es como la punta de un iceberg. Cuando la vemos, no vemos el inmenso espacio vacío necesario para verla.
Línea que mantiene las distancias. Son los mismos pasos que doy hacia ella, los que ella se aleja de mi.
Línea donde el sol sale y se pone, indistintamente.
Línea donde la distancia se baila un tango con el tiempo.