08/01
La Antigua Viña /
Anocheció, es la hora del regreso. Vecinos y vecinas van volviendo a sus hogares, el rostro cansado, el paso apurado, no se sabe si por el frío, o por las ganas de llegar.
Pasa la vecina teatrera, paseando a Miss Daisy, su perra. Nos saludamos nos deseamos buen año, ella sigue su camino y yo la escribo.
Los niños y niñas del barrio, van sobre ruedas. Los bebés en sus cochecitos con gps, dvd y calefacción incorporada, y los mas grandes en sus patines de línea, el regalo estrella de estas fiestas, por lo que parece. El gesto del día, es caerse de culo en línea, reirse y levantarse.
Quizá esos niños y esas niñas, no sepan que en verdad, mas que jugar, están entrenando para la vida, que básicamente es caerse de culo y levantarse, el que puede, la que puede, y si no, una prenda tendrá, cantaba Antón Pirulero. En este caso las risas, te las debo.
Nicolás Guillén decía en su son “…Ayer ví a un niño jugando / a que mataba a otro niño / Hay niños que se parecen / a los hombres trabajando / Quien les dirá cuando crezcan / que los hombres no son niños / que no lo son, que no lo son, que no lo son/…”
La calle explota a bocinazos. Una manifestación de taxis se está agrupando en la esquina. Cuento quince, veinte, treinta. Han frenado, y colapsado una dirección de la avenida. Me llevo la silla a la esquina y me subo a mirar: todo cambia.
Vuelvo rápido al bar, dejo la silla, la hago una seña a Tino de que ya vuelvo, y subo a casa, voy al balcón. Desde allí, veo que la escena se está repitiendo en todas las esquinas del Paralelo. Son cientos, en cada coche hay tres o cuatro ocupantes y van en dirección al aeropuerto, donde ha surgido el conflicto. Va a ser una noche dura, llevan escrito en los rostros. Aquí habrá otras caídas de culo, pienso yo.
Vuelvo al bar, mi café frío y mi agua siguen en mi mesa. Un vecino dice, lo que haya pasado lo sabremos esta madrugada… por las ambulancias. No, los llevarán a Bellvitge, por aquí no pasarán, dice otro. Los que hablan, son habitués a media jornada. Ramo de la construcción.
Ahora ya han pasado todos, la calle vuelve a su ritmo, a su nivel sonoro -que con mucha práctica de terraza urbanita, consigues aislar- pero los semblantes de la gente en la acera, en el bar y en la terraza, no son iguales.
De un lado mas que del otro, pero todos compartimos rabia. “…San Berenito, todo mezclao, todo mezclao...” decía otro son.
Hace frío, y me han dado muchas ganas de leer a Nicolás Guillén, al lado de la estufa.
Buenas noches a todos y todas!