10/01
La Antigua Viña/
Jueves por la tarde. El barrio se mueve mas cotidiano que nunca, todos caminamos con el pie conocido. Nos saludamos con la familiaridad que da el compartir. En este caso además del barrio y las terrazas, todos compartimos el frío, que se mete debajo de los abrigos, debajo de las faldas, por dentro de las perneras de los pantalones, o te espera agazapado en los bolsillos para congelarte la punta de los dedos.
Esta mañana he tenido una visión reveladora.
No, no se trata de una verdad mística, ni de un trasnochado brindis de lisérgico.
Tuve una visión reveladora del barrio, desde el punto mas alto del tejado.
En el terrado de mi edificio han construido un sobreático y nos hemos quedado sin terrado, en su lugar hay un tejado, a dos aguas y con una pendiente bastante pronunciada. Te jodo el terrado, te dejo el tejado, se llama, y es rock de alturas.
Bien, esta mañana vinieron a cambiar mi linea de cobre, por la de fibra óptica. Para hacerlo, se tuvo que lanzar el cable desde el tejado hasta el entresuelo por el contrafrente, y por el frente, por el patio de luces, hasta mi piso. Cruzando desde el contrafrente hasta el frente por el tejado, subiendo por un lado, bajando por el otro. El técnico, cuando vio el percal, meneó la cabezo y dijo: «Va a ser que no. Que yo ahí no me subo». Entonces yo, apelando a mi profesión de aéreo y a mi condición de volado (o es al revés?) repliqué: «Mire usted, sea como sea, suba quien suba, yo hoy voy a tener acabada la instalación, así que si no va a subir, me va a ir dando las indicaciones y ya lo haré yo, y antes de que dijera esta boca es mía, ya me estaba subiendo a la escalera y saltando al tejado. El me pasó el cable, y me puse manos a la obra. El instalador, sea por orgullo profesional o por curiosidad poética, acabo por subir también y finalmente trabajamos mano a mano. En un momento en que nos tomamos una pausa para humear un poco, nos pusimos de pie, justo en el centro, en el punto mas alto, en la unión de las dos caídas y en silencio nos fumamos un cigarrillo en las alturas.
Esa es una visión reveladora del barrio.
Por el frente, el Paralelo, l’Eixample i todo Barcelona hasta el Tibidabo y Colserol·la, por detrás el Montjuic, a un lado el mar, desde las playas hasta el puerto, al otro l’Hospitalet y la lontananza.
Allí de pie, los dos, cada uno a su aire, gestionando como cada uno supo, tanta belleza…
Cuando después de cinco horas de trabajo, entre el tejado, el entresuelo -donde están las cajas centrales- y mi casa, al acabar y a punto de despedirse, el instalador, con cierta vergüenza, me dijo: «Nunca me han gustado las alturas, pero hoy subiendo con usted, no se, me ha gustado. Si, me ha gustado. A ver si ahora me va a dar por el circo, mi mujer me mata! Y se fue riendo.
No conozco otra sensación mas liberadora, mas pacífica, mas sabia.
Ahora en tierra, en la terraza de La Antigua Viña, todo resulta bajito. Yo, los vecinos y las vecinas, los perros, los coches y los camiones, todo, todos, estamos bajitos.
En el tejado yo no era Gulliver, pero ahora, sí soy un asombrado liliputiense.
Dulces alturas a todos y todas!
Si Gulliver se sienta en «la cumbrera» a fumar un faso, quién carajo sacó la foto!!!
Apple maps, claro!
El Gran Hermano no sabe de circos y fasos……por ahora.
Este aguafuerte no es para alguien que le da vértigo subirse al escabel. Me disfrutaré el próximo
Arriba o abajo, siempre estamos en equilibrio, o cayendo. Pero, baje cuando quiera y súbase en la próxima! (Ya estamos otra vez con el subir) O como dijo alguien, lo que me gusta de las alturas, es poder bajar.
AbraZoGran!