Días de cuarentena. XIX

Día veintinueve.

Un día y veintiocho fotocopias.

Ayer por ejemplo fue sábado durante tres días, y este domingo tiene trazas de durar una semana.
Desmedido el tiempo dura lo que quiere, y no hay reloj que lo contenga.
Las horas se acumulan descoloridas entre el el polvo, se esparcen por los rincones y no hay aspiradora que se las trague. Los minutos se clavan en las encías como las espinas de pescado y los segundos regurgitan como el ajo.

Yo no resisto, yo aguanto porque no hay otra, y me aguanto porque no hay otros y le hablo a las plantas, a los muebles, pero me abstengo de hacerlo con el espejo, no gracias, me digo, ya enloquecí cuando era joven y aun me dura. Quizás mas tarde.
Las pelis se duermen antes que yo y no acabo ninguna, a estas alturas me faltan como cincuenta finales, aunque posiblemente sea el mismo final para todas, pienso, o no pienso.

Los relojes no mesuran el tiempo en absoluto, lo leo en las nubes, solo marcan el inicio y fin de nuestras actividades y poca cosa mas. Apenas una extensión de agenda anudada a la muñeca, con ínfulas de dictador.

Suena el timbre y se me enciende la realidad toda, domingo soleado y primaveral, hora del vermut. Es mi vecino que me ha dejado en el rellano unos boquerones en vinagre, caseros, que curan mas que la penicilina.

Y la vida transcurre, aunque el tiempo no.

Buen domingo eterno, a todos y todas.

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