Días dieciocho y diecinueve.
De miércoles a jueves y tiro de nuevo porque me toca.
El invierno ha vuelto y muerde fiero por los costados. Frío, viento, lluvia, y caldo caliente que me ha subido mi vecina, para abrigarse por dentro me dice.
El aburrimiento, como las olas, va y viene, ni se queda ni acaba de irse, hay horas fáciles y otras que no, pero en todas está escrita la misma incerteza.
A falta de gato o perro, buena es la chimenea, ella me ocupa, acompaña, y escucha, y no me anda siguiendo las pisadas haciéndome trastabillar por los pasillos. Y me calienta cuando hace falta.
Miro el horizonte y no es tormenta lo que avanza, es presagio.
Varado enfrente del mar que tengo enfrente ni navego ni bajo a puerto, ni evoco a los marinos encerrados en las paredes altas de la tormenta, al sentir de Homero Manzi, yo solo me quedo en casa otro día y este cuenta por dos que espejito vale doble.
Al llegar la noche el caldo abriga el alma más que al cuerpo y deja ese regusto conocido, regusto a todo lo que añoramos.
Buenas noches y buenos días, a todos a todas.