Día dieciséis.
Lunes, creo.
Cada día, sobre las siete y media u ocho de la mañana, suelo abrir las persianas y los cristales de las ventanas, para que entre el aire, y con él, el mundo. Y cada mañana una multitud de vida sin filtro, respiraba conmigo y humanizaba los rincones solitarios de mi casa.
Ahora cuando abro las ventanas, solo la luz es mas fuerte que el silencio.
El mundo, así, parece en calma, pero luego, de ventanas adentro, abres la prensa, o te asomas a las redes sociales, y todo estalla, todo explota. Gritan las voces y acusan los dedos.
Los diarios gritan los gritos de los políticos cuando se gritan entre sí, gritan éstos y gritan sus contrarios, que son ellos mismos. Gritan mis amigos y grito yo, y gritan los no-amigos contra mis gritos y los gritos de mis amigos. En las ciudades gritan los vecinos para que nadie salga, pero gritan también para que nadie entre.
Es una sinfonía de gritos. Cruzados, solistas o corales. Se grita en canon o de corrido, con acompañamiento o a capela.
Se grita a los que están en la calle, aún a riesgo de que sean los mismos a los que se aplaude al atardecer, se grita y se acusa a los que no llevan mascarillas o guantes, aunque no se consigan ni a precio de oro y ni pienses en vender el alma, que hoy no te la compra ni dios.
Se grita al que no aguantó mas, y salió corriendo enloquecido, para no enloquecer.
Gritamos a los gobiernos, cada quien al suyo, o al del otro, es igual, y los gobiernos nos gritan a todos, como siempre, y nos llaman soldados y hablan de guerra, de combate, de lucha, de héroes.
Por las dudas, cierro todas las pantallas antes de que suene la música marcial.
me asomo nuevamente a la ventana, el mundo vuelve a estar en calma, pero el alma, no.
Si hay que gritar, y seguramente haya que hacerlo, entonces gritemos todos juntos, en vez de gritarnos encima los unos sobre los otros.
Gritemos en las ventanas, en los balcones, en los terrados, en los patios de luz. Gritemos de impotencia, de incredulidad, gritemos como locos, porque estamos cuerdos, gritemos de rabia, de dolor, de memoria o al dictado, gritemos de soledad ante el espejo, si hace falta.
Y que nuestro grito nos proteja a todos y a todas, de miserias y mezquindades.
Buen lunes y buenos gritos.
qué bueno!
Gracias Patricia!! Un abrazo y que estemos bien!!