Día cinco.
Me despierto agitado y empapado de sudor, la cama es un naufragio, las almohadas se ahogan sumergidas por el suelo, la sábana bajera, un remolino que intenta tragarme hasta las profundidades del desconcierto, el edredón, una ola a punto de romper sobre mi espalda.
En el pelo enmarañado aun quedan trazas del sueño que me abocó, inexorable, al despertar. Con sumo cuidado para que no se deshagan entre los dedos, las voy quitando una a una para observarlas a contraluz, antes de que se diluyan en el aire… Una ambulancia arrastrada por una cuadrilla de perros San Bernardo, que en vez de sirena, lleva una gran campana de iglesia en el techo, tañida brutalmente por un gladiador. Una madre coraje que blande un grandioso botafumeiro del que surge una espesa niebla, y un rebaño de niños y niñas vestidos con harapos y mascarillas sanitarias, que le siguen en fila india, mientras recitan como un mantra, las tablas de multiplicar.
Una jauría de policías persigue a un repartidor de pizzas. Perros charlando entre sí, mientras sus humanos esperan en silencio a la otra punta de la correa.
La última esquirla de sueño que recupero, es una sirena que suena como un zumbido de abejas, y que pone fin a la cuarentena. Poco a poco, todos vamos saliendo a la calle, inseguros, temerosos, con los ojos enrojecidos por el encierro, barbas y pelos en general extremadamente largos, unos van en pijamas arrugados, otros en esmoquin impecable, muchos con ropa de invierno, mas con ropa de verano, y algunos pocos van de bañistas, con patas de rana y máscaras de buceo. Nos observamos con desconfianza, balbuceamos sonidos guturales, hacemos gestos tribales, y sin darnos cuenta vamos acompasando nuestras respiraciones en una sola, que respira, y respira, en crescendo, hasta estallar en una ávida e irracional necesidad de respirarnos los unos a los otros, en la cara, en la boca, en el cuerpo todo. Respiraciones largas y lentas, o cortas y agitadas, respiraciones contenidas, intensas, respiraciones de trompetista, o de pompa de jabón.
Un gran solo de aire que compartimos hasta la intimidad.
Salud y buen aire! A todos, a todas.