Amanecer en domingo con la vida vivida y la cama por hacer. Atravesar de puntillas los primeros minutos, enmarañados aún con los sueños y sus mareas. Ver crecer la luz como musgo que atrapa y repinta los cuadros de las paredes.
En el claroscuro de interior ver resaltar por contraste el contorno de una soledad avejentada y rencorosa que ya solo acecha con nocturnidad pero sin alevosía.
Con el sol, las hornallas y el agua caliente de la ducha, la casa recupera su latido templado y despierta, y su respirar acompaña al café, al pan recién tostado untado de bosque, de la mora de zarza de la mermelada.
Retirar con minuciosidad arqueológica las cenizas de la chimenea buscando algún rescoldo rezagado, recargar la leñera del fuego que será, y dar el día por comenzado.
Hermoso, Jorge! Leerte es una invitación a imaginar. AbraZoGran!
Siempre gracias a vos, por leerme, Joanna!!