Sobre el uso excesivo de los verbos vergonzantes y sus posibles efectos secundarios.

Huir.
De todo o de nada, da igual. Huir por sistema, huir como meta, así, en infinitivo, esa acción que transcurre en las costuras del tiempo, sin principio, conclusión, premio o castigo.
Huir hacia adelante, porque hacia atrás no te dejan. Huir de la escuela, de las siestas, del sueño, huir de la vida que te espera o no te espera y se fue con otro. Huir de las bodas y los funerales, especialmente de los propios, en ambos casos. Huir del dolor.
Huir del amor, perseguido por el deseo, huir del deseo persiguiendo al amor. Irrumpir en el futuro huyendo del pasado sin pasar por el presente en el que estamos huyendo.
Huir del barrio, de la ciudad, del país, del continente, y algún día, huir del planeta.
Hasta envejecer.
Entonces, sí, detenerse y quedarse quieto para dejar que sea el mundo el que huya.

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