Les echo a faltar, tristes tigres, pobres pedazos perdidos. Mis escuálidos fantasmas.
Entre tanto jaleo de andar mandándome a mudar, ahora no encuentro la caja donde guardé las batallas perdidas, los huesos rotos del amor, o las voces de ultratumba. Faltan también los crujidos del alma, las angustias tejidas a ganchillo, y muy especialmente mi colección de adicciones.
Sé con certeza, que yo mismo lo guardé todo, bien inventariado, en una primorosa caja a medida, protegido su interior, con una gruesa y acolchada capa de horas en blanco.
Pues bien, después de abrir la última de las ochenta cajas de esta vuelta al mundo en un día, he confirmado mi temor, o sea, su desaparición, su pérdida, su extravío. O es que tal vez solo es una caja rezagada que llegará por sus propios medios en el momento mas inopinado? Improbable.
Eran los míos, fantasmas de buena estirpe, de quebranto justo, sobrios, sin excesos. Así, mis penas y el dolor de mis huesos, se conjuntaban perfectamente con ellos, y con el alma macerada de humo y años, con las grietas de las paredes y la piel, con la tos, y alguna canción de Brel.
Pero uno no va perdiendo por ahí, sus pústulas, sus monstruos, sus yeguas nocturnas, caramba! No son cartera que cae de un bolsillo, ni paraguas que se abandona al primer rayo de sol; no son perro que se asusta y huye, o niño que se pierde entre el gentío: no son colilla que se arroja al descuido, no. Nuestros fantasmas son parte esencial de nosotros mismos!
No es posible, me pregunto, que se trate mas bien de un protocolo, propio del lado tenebroso? Que para poder habitar una nueva morada necesiten, por ejemplo, de algo así como un acto, una marca de vida, un suceso en la cronología personal, que les dé entrada. Y es que esta casa está aún vacía, sin manchas de vida, sin hábitos, sin sombras de encuentros o desencuentros, solo pintada de blanco sin pena, sin superficies rugosas donde mis espectros puedan asirse, tejer sus raíces.
De ser así, imagino que ahora estarán desvaídos, suspendidos en la nada, pero acechando, a la espera del primer amor, del primer llanto, del primer quebranto, para recuperar su territorio y su auténtica invisibilidad, tan presente, tan vigorosa, casi corpórea, que les caracteriza.
Sea como sea, mejor que dé destierro a la añoranza y disfrute yo de su ausencia o estrategia. Disfrute yo, de esta vida blanca, a orillas de este mar, que todo se lo lleva y todo lo devuelve.
Con paciencia, ellos llegan. Como llegan las letras desprovistas de buena caligrafía, los borrones y las malas notas en el cuaderno Laprida que estrenábamos año a año prometiendo hacer todo diferente.
Los fantasmas van a aparecer, lentamente,a vezes con otras ropas , en otros cantos de la casa, algunos, por viejos y melancólicos , se quedarán , pues como los gatos, los fantasmas aman más la casa que al dueño , pero otros, son seguidores como perro de sulqui.Como bien dices, fantasma de buena cepa no se acobarda por una mudanza.
Bueno a todos ustedes , Jorge y fantasmas : feliz Navidad !
Así es, ellos volveran, y aún crearé de nuevos, pero este impás desprovisto de su tutela es una extraña sensación… Felices fiestas, mi amiga!
Eso, a disfrutar!
Nos vemos en un ratito.
Bon Nadal!
Felices Fiestas Esther!!!