03/03
La Antigua Viña/
Domingo por la tarde, sin frío, sin lluvia. El barrio se ha endomingado feliz, la calle se mueve ágil, como esas bicicletas que se cuelan entre los coches en las horas punta y van driblando a izquierda y derecha sin detenerse jamás. Así, vecinas y vecinos se driblan los unos a las otras en el último momento, sin llegar a chocar jamás, aunque visto el resultado del Barça de ayer, mejor no usar ejemplos futbolísticos.
Hoy mi primer cafecito me lo fumé en la frontera de los barrios de Gràcia i l’Eixample, en un bar donde el agua es de diseño y el café te vale lo que un whisky de marca en La Antigua Viña.
Ahora sí, otro café en mi mesa, en mi terraza, en mi barrio.
Pasa el parte diario, que en movimiento es un ejemplo de profesionalidad digna de elogio. En tres pasos y medio, ha sabido explicarme lo mal que le sentó la derrota del partido de ayer, que hizo que la cena se le regirase en el estómago y entonces, claro, tuvo que bajar a la farmacia por un tubo de Almax para combatir la acidez del dos a uno del partido de vuelta -que el otro tubo se le había acabado con el partido de ida- porque una derrota no significa nada, pero dos en menos de una semana te hace pensar y eso mientras estás cenando un buen estofado es peligroso, que se lo digo yo, que de estofados entiendo un rato largo. A los tres pasos y medio exactos acabó su relato y siguió su camino sin acidez.
Pasa una familia en bicicleta, padre, madre, hijo e hija en formación de mayor a menor. Cuando llegan a la esquina se detienen mientras esperan que cambia el semáforo, siempre manteniendo la fila india, tengo curiosidad por saber si cuando la luz se ponga verde les dará tiempo a pasar los cuatro o si la última, tendrá que esperar un nuevo turno… Pasará pasará, pero el último quedará rezaba un viejo juego infantil.
El sol dobla la esquina y se va, después de una actuación magnífica, la verdad es que dan ganas de aplaudir, y hasta de pedir un bis.
Es la hora de esa luz mágica en que no es ni día ni noche, y la calle parece una película en blanco en negro. De espías de la guerra fría, me la pido.
Y con las primeras oscuridades de este domingo plácido, me retiro a cuarteles de invierno, y mientras recojo mis cosas pienso que es un buen momento para ver «El tercer hombre» de Carol Reed, con Joseph Cotten, Trevor Howard y Orson Welles.
Buen cine a todos y todas!