07/02
Patxoca/ la Antigua Viña/
El invierno avanza y el frío ya no es tema, pero sigue ahí, apretando como zapato nuevo, y para colmo, estos días se ha aliado en sociedad ilícita con el viento, con el único fin de desahuciarnos de las terrazas.
Cuando el clima te encierra en el vaho de los interiores, es decir, de este lado de los cristales, de esta lado de las prohibiciones. Cuando el humo solo puede ser privado, y aunque no se parezca al humo de los hogares, sea para mí, el humo de mi hogar. Cuando el parte meteorológico gana la batalla, entonces, trampeas como puedes. A las horas del mejor sol, por ejemplo, aguantas unos humos en la terraza, luego cuando la temperatura muerde y no suelta, combinas interiores con el cigarrillo en la puerta, el paradito, al resguardo del vano de las entradas de los bares. Y a la noche cuando el frío ya es materia tangible y muy sensible, entonces le toca el turno al estufado, en casa, al calor de los objetos conocidos.
Pero ahora, antes de entrar a clase, estoy en la terraza, solo yo, solo. Despiadadamente solo, cantaba el polaco Goyeneche como nadie, en su versión de martirio.
La calle está desierta y los pocos parroquianos o parroquianas que transitan, lo hacen a cara de tajo, o sea, a cara cortada por el frío.
Los alumnos y alumnas llegan cabizbajos a la escuela, no por un estado anímico, sino para esconder las cabezas del frío, como las tortugas. Hoy, hasta los coches tienen frío y se juntan en las esquinas, tiritando en la espera roja de los semáforos. Los poros de los vecinos y vecinas se fueron de vacaciones al sur, a calentarse como lagartos, mientras tanto, nuestra piel es una placa base, lisa e impenetrable. Nada entra, nada sale.
Salgo de clase temblando, no por la emoción de los textos de B. Brecht, sino por prevención, por precaución, porque puestos a temblar, empiezo cuando quiero y no cuando me toque.
He comido en La Antigua Viña y de puro cabezón, me fumo el café en la terraza desierta. No aguanto ni cinco minutos y vuelvo tortugueando, café en mano, al interior, ante la mirada divertida de Marina.
Buenas tardes y buenas estufas a todos y todas!
El frío es buen amigo de las aguas ardientes que calientan nuestra nostalgia en soledad.
Así es nomás…