27/01
La Antigua Viña/
Domingo a media mañana. En La Antigua Viña estamos todos. Se echaban en falta las tertulias de la terraza.
La novia roja, fuma de pié en la puerta, dice que si se sienta se le enfría el culo y es de lo poco que aún le queda caliente, dice. Mentira, digo yo, su sangre comunista arde como siempre, su belleza madura también. La viuda negra, a quien juré no cambiarle jamás el apodo, me sorprende hoy como la musa existencialista por excelencia, hay que ver. Pantalones negros como su pelo, jersey negro y chupa de cuero negro, y sus sesenta bien puestos en bandolera, y esa mirada turbadora de quien supo ser mirada y deseada hace cuarenta máquinas, decía Juan Gelman.
La Guardia Civil ha montado un cuartelillo familiar en una de las mesas, allí como aconsejaba el generalísimo nadie se mete en política, solo se habla de nietos, de recetas de cocina y de fútbol, como no! El mudo, ajeno al mundo, sonríe lleno de certezas, entre tanto, en su mesa se enfría el cortado y su infaltable Marlboro humea achicharrado entre sus dedos amarillentos.
La novia roja se acerca a mi mesa y conversamos, primero ella de pié y yo sentado, luego me animo y me pongo a su altura, que es mucha, ideológicamente hablando. Su novio amante de la ciencia ficción estará revolviendo los estantes de los libreros del Mercat de Sant Antoni, para qué, pienso, con todo lo que hay para leer en los ojos de esta pelirroja de izquierdas.
Llega Cesar con cara de sueño y desayuna silencioso en la barra, un café con leche y un donut’s. Hubo fiesta anoche?, le digo al pasar a los servicios, él me sonríe enigmático, o solo dormido.
La calle está animada y familiar, el frío es amigo, y castiga lo justo, el cielo es gris.
El sector de la construcción discute animado en una mesa apartada, salpicada de tinto peleón y generosos bocadillos de chorizo.
Del portal de mi casa salen sorpresivamente las adolescentes gitanas, las killer’s recogedoras de miradas y deseos seniles, de la calle de La Cera. Que ha venido a hacer tan peligrosamente cerca el pecado! exclamo cual predicador asustado. Habrán tocado a mi puerta caducada hace cuarenta años?
Tino trabaja frenético de un extremo a otro de la barra y Marina tiene una falta en la libreta.
Esto es un domingo, pienso que exclamo, al ritmo de la sirena de una ambulancia que corre Paralelo abajo, con un corazón abierto en canal. El mío. Si tu me haces el boca a boca, yo revivo como Lázaro y corro los quince mil kilómetros que nos unen, y toco tu timbre de urgencias.
Cesar se ha incorporado al tajo, y sale a colgar el menú de hoy en la puerta del bar. En ese momento llega la cocinera esquelética y enjuta, envuelta en un abrigo descolorido y raído, mira el menú, farfulla algo incomprensible y entra derecho a su cocina a calentar motores y fogones.
Los domingos no se engaña al estómago con tonterías, los domingos se come, y se bebe, y se duermen las siestas de camas adentro y manos afuera, que los niños están despiertos, Paco!
Los domingos nunca son tristes, los domingos solo son brutales. Nunca en domingo! cantaba hermosa Melina Mercouri en mi infancia de tías y tíos, de primos y primas, en esa misma infancia donde juré que si alguna vez te conocía, no te dejaría escapar.
Buen domingo a todos y todas!