26/01
La Antigua Viña/
Sábado. Y está todo dicho. La calle se arremolina en el ir y venir de vecinos y vecinas. Es el día de la compra por excelencia. Hoy todo se compra, todo se vende. Grandes bolsas son acarreadas por personas pequeñas.
Hay quien las acarrea como a niños, una en cada mano, paterna o materna, hasta hay quien les habla, o les cuenta un cuento, o les hace las cuentas. Hay quien las acarrea en brazos como a bebés, haciendo arrumacos al puchero, o al potaje en que devendrán cuando crezcan, es decir, esta noche.
Hay bolsas de papel, de plástico, reciclables, de asa corta o de asa larga, todo al gusto del consumidor.
Tienen las bolsas la magia de lo oculto, de lo deseado, de lo esperado, pero tienen también el sabor de la decepción, de lo que no hay, de lo que no está.
Para bolsas la de Papá Noel o los Reyes Magos, aunque también estaba la del hombre del saco, de arpillera proletaria y peligrosa, que nos asustaba a niños y niñas, cuando lo éramos y a los hombres y mujeres en que nos convertimos creciendo con el miedo a la bolsa.
La bolsa o la vida, gritaban los atracadores de caminos en el cine de mi infancia, la bolsa se hunde! gritan aterrorizados aquellos que aún tienen algo que perder y que sin embargo, lo ganan todo.
Hay bolsitas de té y bolsas para dormir en la precariedad, hay bolsas en estos ojos cansados que te miran con deseo y bolsas de agua caliente para el dolor de no tenerte.
Hay bolsas de clase alta, con sus marcas de postín y bolsas obreras donde aguarda el bocadillo del hambre.
Bolsas para guardar y bolsas para perder. Las maletas no dejan de ser bolsas presuntuosas para proteger las pertenencias, y los hatillos, bolsas para recorrer el mundo sin miedo a perder nada, porque no hay nada que perder.
De niños jugábamos a las carreras de embolsados, aunque hoy los que se embolsan son otros, esos que nunca tuvieron bolsas, pero crecieron rodeados de cajas, esas otras bolsas almidonadas.
Mientras termino de fumar mi café, pienso en ir al mercado y comprar algo inservible, con tal de pasear mi bolsa por el barrio y hablarle en voz baja, contarle que no hay bolsa tan grande donde meter mis ganas de verte.
En este momento pasa el novio amante de la ciencia ficción con una bolsa de Ray Bradbury para sus sueños.
Buen sábado a todas, todos, y que no os quitan la bolsa!