04/12
Patxoca/
Tan martes, tan frío, y este sol…
«Con este sol, carajo…!» Dicen que dijo Juan Moreira antes de morir.
Yo no pienso en morirme, no antes de que me muera, claro. Pero igual digo, con este sol, carajo!, meterse en un aula del cuarto sótano todo el día, no hace gracia ninguna.
Hoy todos estamos dentro de nuestras chozas, hechas de capas y capas de ropa, todos somos caracoles, con la casa a cuestas, y para cuestas, la de enero, que será sonada, y sin paga no veas.
Sentado en mi mesa habitual, fumo con la calma y la tos, mi café y mi cigarrillo, y lo demás, que venga si tiene que venir. O que no venga, decía Pessoa y continuaba fumando, enfrente de la tabaquería de enfrente.
Hoy todos y todas somos un poco clowns, con nuestras narices rojas por el frío y tanta gorra, boina, sombrero, capucha. Hoy estamos pertrechados, atrincherados, estufados, hoy el frío no nos gana. Visto lo cual, le aviso a Chen que me guarde la mesa, que ahora vuelvo, y voy a dar una vuelta por el barrio para entrar en calor, para salir del frío.
El Patxoca y el Institut están a tres manzanas de mi casa, en el interior del barrio.
Poble Sec, es un barrio atiborrado de casas y árboles, un barrio a pie de montaña, en pendiente. Bajante o subiente, según se mire, según se vaya o se venga. Lleno de desniveles, escaleras y rincones para perderse, para inventarse.
Hay, por ejemplo, un triangulo diminuto -una cuña entre dos edificios que interaccionan con dos pendientes perpendiculares- que está embaldosado de rojo terroso, tiene un árbol frutal, una enredadera y una silla de hierro fijada al suelo en el centro, de la que estoy absolutamente convencido, que si te sientas te conviertes en estatua. Hay un callejón sin salida, pero con entrada, que es un universo perdido y plácido, donde las casas crecen como pueden en los desniveles de la montaña, apretándose entre ellas para mejor sostenerse, en un terreno tan arisco. Las casas -de albañil, de paleta- sin criterios urbanísticos, pero con criterio de buen vivir, y de ser parte de esta montaña, tienen balcones tan grandes, tan irregulares y están tan habitados, que parece que faltase la fachada y estuvieses viendo el interior de las viviendas.
Hay calles con escaleras y calles empinadas que te rompen el espinazo. Las aceras son estrechas, en los balcones se tiende la ropa, y la vida bulle en la calle y en las casas.
Es un barrio alegre y vital, donde vale la pena perderse por sus calles y su historia.
Donde vale la pena tener un amor, o dos.
Buen martes, buen sol, a todas, a todos!