28/11
Patxoca/
Y después de la lluvia, el frío. Es un frío compacto, sin fisuras, no como estas izquierdas tan fragmentadas, tan fisuradas y fisurantes. Un frío de invierno, de nariz roja y ojos llorosos. Este frío no entiende de soberanías ni de izquierdas ni derechas y nos castiga a todos y todas por igual, no distingue partidos ni frentes, como no sea el frente de nieve que pronostican como inminente. Ojalá nieve y nos enfríe aún mas para poder pensar con mas claridad, que nos contraste en blanco sobre negro y podamos entender quien es quien en este tablero confuso de intereses cruzados de la política del país. Y digo país o pueblo, y no digo nación, que es un concepto ampuloso donde los haya.
Personalmente, si me lo preguntan, prefiero tener un estado, un pueblo, un país. La nación te la debo. O sea, no soy nacionalista, ni de aquí ni de allá, ni de acullá, pero si que quiero que este país sea un estado propio, un estado republicano, dentro de una unión de repúblicas unidas por los vértices de la cultura, de la solidaridad, como el frío de hoy, que de tan solidario e igualitario, nos cala a todos y todas por igual, es decir, hasta los huesos.
La terraza del Patxoca resiste estoica, militante. Los alumnos y alumnas, los profesores y profesoras y los parroquianos de género general, hemos sacado la artillería pesada del armario, esa que se guarda para los peores fríos del invierno. Quizás sea excesivo, pero hoy es tan fácil recurrir al exceso, como fácil es sobrepasar los límites y amenazar con los tanques, hacer referencias a 1934, decir que las consultas populares son vestigios del fascismo. Pero el fascismo no tiene vestigios, no, tiene vástagos. Jóvenes y saludables perros mordedores, que atacan a la yugular de cualquier intento de decir quien creemos ser, quien queremos ser, de decir donde no queremos estar.
En esto, el frío, no tiene culpa ninguna. Pero aunque nieve, que nadie piense en una navidad blanca. Estas navidades son cualquier cosa menos blancas.
El cielo es gris plomo o gris acero, según el nivel adquisitivo del barrio, pero es gris en todos, la luz rebota y tiñe de plata o estaño las calles, las personas, los árboles y a los perros.
Hoy vivimos en el reino de Oz, y todos y todas somos el hombre de hojalata, buscando un corazón que nos humanice.
Buen recogimiento y abrigo, a todas y todos!
Sí, Jorge. País, paisito. Y siempre república.
Así es, Gabriel. País y República, siempre.