16/11
La Antigua Viña/
Hoy las calles del barrio transitan ordenadas. Hoy todos miramos de reojo a los policías y a sus porras, no sea que se les de por seguir abriendo cabezas de niños, para ver lo que tienen dentro.
La inauguración de la nueva frutería y verdulería Punjab, ha sido un éxito. Ayer todos los vecinos y vecinas tenían su bolsita con su naranja de la china, su manzana brillante para la maestra, sus alubias para el potaje solitario de la noche, sus uvas de la ira.
Cuando llegué al barrio, en ese local había una oficina de empleo. Hasta que el empleo dejó de dar empleo, hasta que el empleo dejó de ser un negocio, entonces se fueron al paro junto con sus clientes y vino una inmobiliaria que duró hasta la semana pasada. Primero vendían pisos con burbujas, pero después con la crisis, vieron el filón de de los alquileres de pisos pateras. Pero entonces, las calles del barrio se trastocaron en las aguas de un mediterráneo cabreado, y naufragaron y se hundieron a las puertas de esta Europa tan premio Nobel de la paz.
La llevaban unos argentinos simpáticos, que en los días de lluvia te regalaban paraguas (yo aún tengo el mío). Ahora me pregunto si los paquis, en los días soleados, nos regalarán ramitos de albahaca para el ojal.
El barrio está contento, mejor tener fruta que deudas de hipotecas. Mejor que te verdureen a que te desahucien, eso está claro.
Ayer pasó de visita el hijo del antiguo amo del Bahía de Porto Mar -que ahora es un restaurante chino-. Me cuenta que trabaja de taxista en el turno de noche, y yo me lo imagino feliz, con la bandera baja y el taxi a rebosar de las mulatas caribeñas, todos remando en pos de una tierra de promisión. Como nosotros que seguimos remando contra viento y marea, pero eso sí, ahora los potajes serán mas ricos.
Bienvenidos al barrio de los milagros!