Días de cuarentena. XXXI

Día cuarenta y siete.

Díselo a otro.

Teniendo en cuenta que mañana es primero de mayo y que el día dos es el primer día en que se puede salir a caminar, cambio el día de hacer la compra y bajo hoy por miedo a las previsibles aglomeraciones.

En la tienda, se me cae el alma al suelo a riesgo de contagio, cuando veo a un par de ancianos muy mayores, comprando sin guantes, sin mascarilla, y tocando uno a uno los productos, desamparados, entregados a un destino que se podría evitar.
Es que lo hacen fatal! suelta una señora que pasa apartando a los viejos a golpe de carrito.
Qué!? Quién!? Le pregunto a través del interfono de mi mascarilla, pero no me oye o no me quiere oír y sigue su compra en dirección opuesta. En la caja, un señor raja contra todas las medidas aplicadas y también contra las contrarias por si acaso. Culpa del gobierno! remata a lo torero y se va dando el paseíllo.
Cual!? Grito mientras descargo mi botín en el mostrador de la cajera, que con infinita paciencia por mi torpeza con los guantes de cocina, me ayuda a poner los artículos en la bolsa.
Cual!? repito solo, porque el hombre ya se ha ido y la cajera está atendiendo a otro cliente.

Al llegar a casa, y después de reponer laboriosamente nevera y despensa, cometo el error de sentarme a leer el diario. El error es leerlo, no sentarme, aclaro.

Que mal que lo hacen los otros!
Es increíble, no aciertan una ni por casualidad! Además, son tontos, cínicos, malos y feos.
Improvisan, se contradicen, avasallan, mienten y hasta escupen!

Si nosotros tomásemos las decisiones cuanta diferencia que habría!
Lo haríamos muchísimo mejor, sin duda, pero si no acertáramos con la buena decisión, entonces tendríamos un montón de razones válidas, honestas y hasta poéticas para nuestro fracaso, que no se podría comparar de ninguna manera con el suyo, que es de cuarta.
Y esto no ocurre solamente aquí, sea cual sea este lugar, también ocurre allí, allá y acullá, sitio este último, que ya solo nombramos los viejos.

El problema es que para nuestros otros, los otros somos nosotros y lo mismo os pasará a vosotros con ellos, y a aquellos con los de mas allá.
O sea que al final resultará que los otros somos todos. Cágate lorito!

Nos gusta decir, por corrección ideológica, que no estamos todos en el mismo barco, que estamos en el mismo mar. Unos en yate, otros en bote, y otros flotando como pueden.
Yo prefiero pensar que sí que estamos en el mismo barco, pero unos en camarote doble con acceso a piscina y restaurante vip, otros en segunda, otros en tercera en camarotes compartidos, muchos otros en cubierta, a la intemperie, y finalmente, los pobres otros que están en la sala de máquinas sudando como burros, trabajando para llevarnos a todos nosotros, sus otros, a buen puerto.
Pero no es por un prurito estético que hago la diferencia, la hago porque si estamos en el mismo barco quizás podríamos intentar ponernos de acuerdo.
Claro que también podríamos hacer la revolución. Y obligar a caminar por el tablón, al decir del buen pirata, a los de los camarotes dobles y que sean un festín de tiburones.

Alguien sabe en que momento comienza la fase de la ira? Digo, para apuntármelo en la agenda.

Buen jueves, otras y otros.

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