El collar de la abuela sin el viejo hilo que lo teje, no es mas que un puñado de canicas perladas destinadas a perderse, incapaces de enhebrar memoria ni herencia…
Ni aún recuperadas y guardadas celosamente en recipiente amoroso, ninguna de esas perlas por si sola, ni arrimadas, evocan imágenes de aquellas noches de fiesta y verano, titilando en el reflejo de minúsculas gotas de sudor y nácar, sobre la piel de su cuello blanco y fino.
Solo en la harmonía de esa línea, que es de seda, que atraviesa y une, se recompone el collar, y el collar recompone la memoria, y la memoria recompone la vida, y la vida es atravesada, como las perlas del collar…
Nada nos trae recuerdos de tiempos en que éramos niños, jovenes, como un collar de perlas sobre una piel blanquita. Mujeres bonitas, plácidas, naturalmente elegantes. Tiempos de te con masitas. Tiempo de almuerzos demorados de tertulias interminables. Tiempos con tiempo.
Gracias por tu comentario!!