De la ferocidad de las hormigas rojas.

Afuera, blanco impío el calor. Adentro, blanco silencio el mantel. Umbrosa, amplia, alta, la estancia. Las cortinas ondulan las sombras. El suelo es de tierra apisonada y alfombras, entonces están las alpargatas, o los pies descalzos, y con los pies, aparecen los vestidos amplios y ligeros de las mujeres, y las camisas abiertas y sudorosas de los hombres, los pantalones arremangados.
No hay rostros, se los come el difuminado. Apenas ráfagas de un mundo visto desde la altura de un niño, siempre mas cerca de las perneras y las faldas, que de los rostros. Esa altura, donde los detalles de los tejidos se convierten en mapas. Para encontrar tesoros, o para descifrar secretos signos de identidad.
Mi memoria es una fila de hormigas negras obreras, atacadas por infinidad de diminutas hormigas rojas. El sol me calienta la nuca y el calor de las piedras me cuece las rodillas. Dentro todo es silencio. Afuera, el griterío de los bichos. Es la hora de la siesta, hace cincuenta y cinco años. Estamos con mi hermano en una estancia del caserón, convertida en galpón, a la que se accede con una escalera a una ventana alta, dentro, un océano de sandías, un cuchillo robado de la cocina y un atracón de náufragos a cuarenta grados a la sombra.
Es una tierra caliente, ni una mala memoria como la mía, la enfría, y una candela encendida con la ventana abierta, se convierte en una habitación tapizada con la seda negra de mil mariposas de la noche, para acabar durmiendo bajo las estrellas, y sentir el peso del universo.
Es la tierra de mis antepasados. Solo la visité dos veces, entre los siete y los nueve años, pero aún hoy me soplan sus vientos. Ráfagas de memorias perdidas. Mientras, con piedras y ramitas construyo una protección para la fila de hormigas negras obreras, pero no me acerco demasiado. Las hormigas rojas son peligrosas.

4 pensamientos en “De la ferocidad de las hormigas rojas.

  1. pero qué bueno! y la memoria…

  2. Lectora dice:

    Nunca estuve en La Rioja, pero puedo sentir el calor que sube de la tierra apisonada . Puedo ver los dos niños burlando a la siesta para saborear una sandía como un oasis en el desierto. Que suerte tener de nuevo tus postales ! .

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