Somos tiempo.

11/07

desde el balcón hasta el Patxoca./

Suavemente.
Incorporarse al día que comienza, sin brusquedades, sin sobresaltos.
Abrirle las ventanas a la luz, a la brisa y lanzarse al vacío desde el balcón, planeando hasta la vida.
Sorprendidas me saludan las gaviotas, después de descartarme como presa. Demasiado grande, demasiado viejo, dicen aunque no sean zorras.
Una vez en tierra camino en la dirección de las horas, acompañado por los minutos. Los fugaces, los eternos, los primeros, los últimos.

Tiempo de compañía, un café para mi y un té de menta para mis minutos, le digo al camarero cuando le pido la minuta.
Tiene el té de menta el secreto del tiempo en sus hojas, la atemporalidad de los desiertos, mana del pozo donde beben los peregrinos de las dunas. No puede beberse con prisas, con urgencias. Hay que acompañarlo con historias, envolverlo de humo y especies y dejarse envejecer.
Le digo a mis minutos entre sorbo y sorbo, que entre nosotros no caben los segundos, esos pequeños intrusos pulsionales que nos abocan a la caída libre del instante.

Nos despedimos con un tic tac amistoso y cada cual sigue su camino. Ellos se acompasan con sus horas, mis pasos y yo vamos subiendo la cuesta al son del silbido de mis pulmones.
Buen tiempo en todos los relojes, para todas y todos!

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