24/06
Desde el Bahía de Porto Mar/
Amanece el barrio con olor a pólvora.
En las calles, en las plazas, en los balcones, quedan los restos inertes de petardos y cohetes. Restos de una guerra sin enemigos.
Hay todavía en los cruces de algunas travesías los rescoldos aún calientes de las hogueras clandestinas que eludieron la estricta vigilancia de los bomberos.
Paisaje de después de la batalla, pienso.
Hay en los ojos de vecinos y vecinas las estrías del insomnio, de la resaca.
Barrio y vecinos amanecemos marcados como los naipes del fullero.
Lunes blanco bajo un sol anodino.
Muchos y muchas han abierto los ojos en camas extrañas, en abrazos extranjeros, en amores mestizos. Otros hemos despertado en la vergonzante pulcritud de las sábanas limpias, inocentemente abrazados a las almohadas. Peor para nosotros, digo.
En la calle se cruzan los pasos distendidos y somnolientos de los vecinos madrugadores y los pasos perdidos de los que nunca encuentran el camino de regreso. Tal vez porque ya no lo tengan.
Cielo cubierto de presagios y un viento que sopla del sur directo a las ganas de matar en la punta de la lengua, escribía Xavier Durringer.
Andamos todos y todas con las voces cazalleras, y al dar los buenos días mas parece que nos fuéramos a arrancar por bulerías.
Andamos deambulando entre los restos del naufragio. Habrá quien todavía encuentre restos de amores sin usar, de grandes vientos, escribió inmenso Juan Gelman.
Después de una noche de brujas, nadie es inocente, creo que pienso, mientras fumo mi café reparador.
Buenos días con Alka Seltzer a todas y todos!