26/10
Patxoca/
Día lluvioso y gris. Una gran mesa de alumnos y alumnas. No quisiera ser el profesor del que hablan.
De pronto los alumnos se levantan y se van en manada a la escuela, pero sale Chan, la dueña del Patxoca y reclama que uno no pagó. Instante en suspensión, todos se miran y una se pone roja como un pimiento y con la cabeza gacha entra en el bar a pagar.
La terraza ha quedado casi vacía. Un parroquiano en una mesa y tres alumnos de dirección en otra, y yo en la mía, claro. Llegan tres bailarinas corriendo y una resbala en el suelo mojado, da tres vueltas y media pirueta, pero consigue controlar y mantiene el equilibrio. Sale una profesora con el casco de la moto puesto y se cruza con otro profesor que entra. Se quedan charlando, ella con el casco en la cabeza y él con la prisa en los pies, pega saltitos de urgencia hasta que finalmente sigue su camino y entra en la escuela.
Pasa la vecina vieja de los dos perritos que ahora lleva además una muleta y un gesto de dolor comprado en la farmacia. Una madre y su hija, bailarina, se despiden en la puerta. Parece que la niña se fuera a la guerra, con su mochila, su bolso, su cartera, sus auriculares, sus botas. «Si muero en el tatami, piensa en mi»
Se acerca un alumno a mi mesa y me pregunta si hoy puede presentar su trabajo, yo miro el planning de la clase y le respondo que no es que puedas, es que te toca.
Comienza a llover nuevamente, suavemente, casi diría, tiernamente.
Buen fin de semana a todas y todos!