Sin memoria ni olvido.

A este lado del sueño -encerrado ya el mar detrás de las persianas- en esas horas en que no se distingue ida de vuelta, ni tarde de temprano, mastico en seco la pregunta de cómo diablos he llegado yo hasta aquí?
Arde la memoria tanto como la madrugada, mientras dibujo con el tejo de este corazón arrugado, trazos del mosaico de una rayuela descolorida, sin tierra ni cielo ni Julio. Una rayuela que no llegó a París porque tiró el ancla a este lado de los Pirineos.
Cuando el alma tenía dientes para morder, había mundo por comer, y piernas para huir, corrí sin parar. Atrás dejé un ancho río, atravesé un océano, crucé el territorio de esta península por carreteras y líneas férreas, hasta el extremo en que sin darte cuenta cambias la lengua, claro que eso fue fácil, porque ya la tenía afuera de tanto correr.
Me gustó como volvían a sonar las cosas, pero aún más las cosas que pasaban, así que me quedé, conjugando palabras nuevas para los viejos conceptos. Viví desde la pura rabia hasta la perplejidad que te entumece con los años. Envejecí de costado y sin saber, ya siempre en este otro mar, en este otro cielo, en esta otra orilla que tanto la surca el mar como el tren, y la cose a navajazos la carretera.
Mas allá el sur. Al que no siempre se vuelve.

2 pensamientos en “Sin memoria ni olvido.

  1. Eduardo dice:

    Me gustó mucho.
    Abrazo

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