Diario de un fumador.

Otra falta en la libreta. Muchos ausentes señor Vera Ocampo, me dicen mis páginas en blanco, en el despacho del director. Técnicamente quizás, respondo yo, aunque mas que ausente, diría que ando como extraviado, buscando, eso sí, el camino de retorno a las palabras. Pero mire usted, señor director, y mirad vosotras mis queridas y querellantes páginas en blanco, así es como lo creo y así es como lo cuento:

He sido fumador desde los doce años de edad. Desde entonces la dosis mínima fue de un paquete al día, y la máxima de cuatro. En los últimos veinte años me mantuve estable en dos paquetes al día.
Ahora viene la cuestión no se impacienten ustedes, os los ruego, que luego con las prisas perdemos las prosas!
Sucedió que sin tomar decisión ninguna, sin siquiera proponérmelo, insolentemente, he dejado de fumar.

Como fumador compulsivo que he sido y que volvería a serlo si volviese a fumar -mi primer cigarrillo era al despertar, antes de que sonara el despertador, por eso de anticiparse a los acontecimientos, supongo- desmiento categóricamente esa idea de que gran parte de los cigarrillos que fumamos, no lo hacemos por las ganas de fumar, sino por hábito, por ansiedad, que no los disfrutas, que no hay placer. Falso, vuelvo a declarar! He disfrutado todos y cada uno de los cigarrillos que he fumado en todos los momentos de mi vida. Y cuando digo todos, digo eso, todos. En los dos casos, todos y todos. Momentos y cigarrillos.
He fumado en el amor y en el desamor, en la niñez, en la adolescencia, en la juventud, en la vida adulta, y en la incipiente vejez. He fumado en el trabajo, en la moto, en la bañera, en la consulta del médico, en el cine, en el trapecio. Solo, en pareja, o en grupo, he fumado con y he fumado contra.
Siempre me gustó fumar y me sigue gustando.
Solo que ahora no fumo.

Bien, volviendo a la cuestión, si es que hay una. De la noche a la mañana he prescindido de nada menos que cuarenta momentos de placer al día! Si tenemos en cuenta que duermo seis horas, restan dieciocho, lo que resulta dos momentos con veintidós periódico, de placer por hora. Es un buen alijo de placer que he tirado por la borda!
Pero la escritura estaba aún cosida al humo de ese alijo, y ahora me cuesta encontrar los ritmos respiratorios, sin humo me parece que no respiro bien mis ideas, mirad por donde, los tiempos del fumar y los tiempos del pensar… y de pronto me doy cuenta que solo escribí sin tabaco cuando escribía composiciones sobre la vaca.
Por eso ahora, con la calma, fumar no está en mis planes, y aunque mis cafecitos en las terrazas, todavía frías y con restos de invierno enganchados a las sillas metálicas, duran lo que dura un ristretto, o séase dos sorbos y un pensamiento corto, yo me espero a que el sol de la primavera nos caliente para volver y aprender a respirar palabras sin humo. Otros ritmos del pensar. Otros ritmos del vivir.
Y por todo esto, señor director, y mis queridas y acusadoras páginas, es que ando un poco parco, y como dije en mi descargo, es solo un extravío no una ausencia, y reclamo y protesto mi falta en la libreta.
Y respiré una bocanada de aire frío, insípido, de esta primavera que aún no cuaja.

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